Desde finales de 1970, la arquitectura ha buscado expandir sus conexiones con diferentes disciplinas, con un gran interés en la ampliación del alcance del pensamiento arquitectónico. Los proyectos arquitectónicos se empezaron a generar a través del análisis de la estructura compositiva de diversas prácticas artísticas: pintura, escultura, fotografía… y con los grandes avances tecnológicos de las últimas décadas, también el cine.

El cine y la arquitectura están estrechamente relacionados; fundamentalmente porque la arquitectura y el cine articulan el espacio vivido. Ambas disciplinan definen las dimensiones y esencia del espacio. Las personas no vivimos separadamente el espacio material y el espacio mental, sino que simultáneamente experienciamos un espacio arquitectónico a través de lo físico (los materiales, texturas, colores, formas…) y lo mental (recuerdos, sueños, memoria, contexto, entorno, situación… que conforman en nuestro subconsciente unas sensaciones y una imagen mental, un recuerdo del espacio).

Los modos de experimentar la arquitectura y el cine se vuelven idénticos en el espacio mental recreado en nosotros, indiferente si es un espacio tridimensional, o una imagen plana en una pantalla. De esta forma, la arquitectura del espacio condiciona de manera brutal la imagen mental que tenemos del espacio, y las emociones que nos provoca. Todas las escenas cinematográficas tienen lugar en espacios, más o menos definidos, y  la iluminación, las formas, los colores del mismo contribuyen a la percepción que la escena nos transmite.

Por tanto, la presentación de una escena cinematográfica es totalmente inseparable de la arquitectura del espacio. Muchas veces, los directores de cine realizan las escenas metidas dentro de una arquitectura determinada, que de forma inconsciente han relacionado con la trama de la acción. Es justo esta inconsciencia de utilizar distintas tipologías arquitectónicas para determinadas escenas la que hace que une estrechamente las disciplinas de la arquitectura y el cine. Al igual que en el cine cada escena requiere de una arquitectura específica y determinada, en la arquitectura, cada proyecto tiene unas necesidades y requiere un modo de construcción expresamente diseñada para cada proyecto.

Para poner en evidencia esta transversalidad de la arquitectura podemos poner el caso de como un escritor convierte a su lector en arquitecto, que levanta y construye habitaciones, edificios y ciudades enteras en su imaginación según avanza la historia. El lector es capaz de recrear olores, colores, eco… mediante la descripción detallada de los espacios a la hora de enfocar una escena con unas emociones específicas. De este modo, el escritor introduce al lector dentro de una escena mental determinada impregnada con unas sensaciones determinadas e intencionadas que crea la propia arquitectura del espacio en sí.

Hemos analizado ya la estrecha relación entre la arquitectura y el cine en cuanto a la concepción de espacios que evocan unas determinadas emociones, y la creciente transversalidad de la arquitectura en distintas disciplinas humanas; y es que, tal y como se concibe al hombre moderno dentro de la urbe, un hombre que realiza toda su vida dentro de arquitectura y espacios urbanos derivados de ella, nos es imposible separar al hombre, y todas sus actividades y creaciones artísticas e inteligentes, de la arquitectura.